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sábado, 31 de enero de 2015

DARLA CON QUESO

En un momento histórico en el que los movimientos ciudadanos, tanto en España como en Grecia, han venido cobrando autoridad ante el vacío ocasionado por el inicuo cinismo e insensibilidad de los partidos políticos tradicionales (PP sobre todo), la cristalización de dichos movimientos a su vez en partidos políticos (y, sobre todo, la forma en que ello se produce) deja en el fondo no poco desencanto y una sensación agridulce de que no se han tocado algunos puntos clave. Y uno, básico y fundamental, el de la participación de las mujeres en los cargos y puestos de decisión: sólo el 16% en Podemos y ni una sola ministra en el nuevo gobierno de Syriza con el apoyo de los ultranacionalistas de Anel. A esto hay que añadir, por citar ejemplos, ciertos detalles bastante elocuentes de lenguaje corporal en Pablo Iglesias -de los cuales se ha comentado incluso que lo situaban como un macho alfa-[1], o el tratamiento bastante ralo y parcial del feminismo por parte de Podemos puesto de manifiesto por María Ferraz Dobarro[2]. Estos síntomas son más que sospechosos, viniendo de partidos políticos que han incorporado el empuje de la ciudadanía a su discurso y que profesan a voz en grito el objetivo de luchar contra todo tipo de injusticia “por la defensa de los valores de la justicia social, la igualdad y la libertad contra el patriarcado". Por ello, el feminismo y demás movimientos transgresores del patriarcado -como el colectivo LGBTI o las nuevas masculinidades- se sienten traicionados ya desde un principio por esos partidos. Y con toda razón. Por otra parte, deja que desear la canalización del proceso de selección de cargos dentro de Podemos por parte de Pablo Iglesias, preservando el privilegio de su iniciativa (Claro que Podemos) frente a todas las demás y dejando de lado el apoyo directo de movimientos tan emblemáticos como Izquierda Anticapitalista que podrían haberle hecho sombra para su propósito. Detalles y procedimientos que, so capa de camaradería democrática, recuerdan demasiado a las luchas intestinas en los tan denostados partidos de la “casta”.
La Ley Orgánica de Igualdad Efectiva Entre Mujeres y Hombres del 2007 supuso, cuando menos desde el punto de vista legislativo, un gran paso adelante por la conciencia de que había que lograr un equilibrio entre géneros de forma real; aunque no es menos cierto que eso sólo fue posible gracias a la labor de presión y concienciación social, cultural y política de los colectivos anti-patriarcado, con el feminismo a la cabeza, y de algunxs politicxs comprometidxs con esa causa. Sin embargo, quienes recuerdan el proceso de aprobación de dicha Ley en el Parlamento de España probablemente también recuerden los obstáculos puestos a la misma por parte del PP[3] -en la oposición por aquel entonces- en forma de recursos basados en la naturaleza ya vetusta y patriarcal de la Constitución francesa de 1793, a saber: a) la categoría de ciudadano es una e indivisible (tras la ficción formalista del ciudadano ideal se oculta la identidad del hombre burgués, lo que de forma implícita consagra la desigualdad entre hombres y mujeres); b) la falaz consideración de las mujeres “y otros grupos sociales” como “segmentos” de la población, cuando en realidad las mujeres constituyen más de la mitad de la ciudadanía (por ende, el considerarlas como un “segmento” a ellas y a esos “otros grupos sociales” es una sutil argucia a fin de desestimarlas como aptas para representar a los intereses generales); c) la Ley invade el espacio de libre expresión del pluralismo político de los partidos (pluralismo sólo formal dado el control ejercido dentro de los partidos por oligarquías de hombres).

Hablando de la Constitución francesa de 1793 y de la Revolución francesa de 1789 que la originó, se da un significativo paralelismo de éstas con lo sucedido en el 15-M y Podemos. Ambos fenómenos surgen de una movilización de las partes de la sociedad más directamente afectadas por el despotismo falto de empatía de los gobiernos de esos momentos –entre las cuales había mayoritariamente, y en primera fila, mujeres-. Del mismo modo, ambos fenómenos quedan canalizados, sistematizados y establecidos políticamente por una burguesía de hombres ilustrados o universitarios (“los mejor preparados”) que recogen el malestar de la gente y se colocan al frente de la situación.
Esa canalización implica diplomacia en pos de un liderazgo, en detrimento de reivindicaciones cuya realización sí significaría una verdadera subversión del sistema como el fin del patriarcado y el establecimiento de una organización sociopolítica igualitaria de raíz. No sabemos si tales formas de proceder responden a una estrategia necesaria para lidiar con el neoliberalismo; lo cierto es que, entre cada vez más gente que está por un verdadero cambio, esa estrategia huele a chamusquina y deja demasiado lugar al equívoco. La gente pide (pedimos) una genuina revolución, la mayor jamás producida, que (ésa sí) acabaría con la mayor injusticia hasta nuestros días: la producida mayoritariamente contra las mujeres, ese 50% de la población mundial. Toda revolución que pretenda serlo y acabar con toda injusticia debe tener ése como postulado número uno, porque esa iniquidad y desigualdad entre géneros es la misma que ha cimentado históricamente el resto de desigualdades existentes que tienen como origen el patriarcado machista, sexista, misógino y androcéntrico cuyo mayor exponente en el siglo XXI es el neoliberalismo globalizador, ése al que tan ferozmente se oponen Podemos y Syriza.
Quizá el futuro está cada vez más en que cada persona cumpla una verdadera función política y social y asuma su propia responsabilidad en vez de delegarla por pereza y comodidad a un esquema político caduco, imperativo y aún patriarcal a día de hoy, que obliga a plegarse a todxs quienes entran en él y a emplear su lenguaje y modus operandi. Sólo así estaríamos segurxs de que no nos la dan con queso.


[1] Pablo Iglesias: 'No soy imprescindible, soy un militante, no un macho alfa', en El Mundo, 20/10/2014 (http://www.elmundo.es/espana/2014/10/19/5443b672268e3eb22a8b4571.html).
[2] María Ferraz Dobarro, “El “feminismo” invisible de quienes se dicen de izquierdas (o de quienes no están ni a la derecha ni a la izquierda)”, artículo publicado en su blog personal (http://www.mariaferraz.net/?p=514) en el que critica la tertulia “El feminismo invisible” dentro del programa En Clave Tuerka, emitido por La Tuerka el 15/01/2015: https://www.youtube.com/watch?v=jM55uWGVR1s).
[3] Salazar, Octavio, Masculinidades y ciudadanía, Madrid, Dykinson, 2013.

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