A nadie se le
escapa hoy día el momento más que crítico que vive el mundo con el hundimiento
del imperio de EE.UU. como sustentador de lo que José Luis Escohotado denomina
el “fasciokapitalismo”[1]
y que nosotros denominamos neoliberalfascismo,
apoyado en mecanismos como la opresión-represión; la
usurpación-suplantación-parasitación de símbolos, discursos, bienes e
instrumentos de progreso; el mantenimiento y ahondamiento de las divisiones y
desigualdades sociales, el secretismo, el aislamiento, la creación deliberada
de conflictos a todos los niveles y, más tarde, la acaparación de la última tecnología
vigente, lo cual le ha permitido perdurar cíclicamente tras sucesivas crisis a costa
de la destrucción del medio en sentido amplio (población incluida).
Nos encontramos
en la encrucijada histórica -ya vaticinada con mucha clarividencia por Alvin
Toffler[2]-
en la cual China toma el relevo como potencia hegemónica respaldada por Rusia, solo
aparentemente la gran perdedora de la “guerra fría”. No hay síntomas muy
esperanzadores de que, en vez de un cambio radical del estado de cosas y
personas en el globo, esto suponga más que un simple cambio de manos en la
hegemonía mundial, a juzgar por las significativas carencias en cuanto a DD.HH.
principalmente en China, que recientemente el gobierno chino se ha visto en el
compromiso de subsanar o, cuando menos, maquillar[3].
Poderosos instrumentos tecnológicos como el 5G implementado por Huawei, dado el
estado de cosas, nos sugiere más un nuevo paso adelante en la distopía
orwelliana del “Gran Hermano” (riesgos para la salud incluidos) que la llegada
de una nueva y verdadera aurora de la Humanidad.
Ante este
panorama -y partiendo de un pesimismo básico que no es otra cosa sino la
conciencia cruda de la gravedad de la situación mundial-, mi propuesta no
pretende ser más que la sugerencia de una posible vía en el paulatino
reencauzamiento del estado de cosas en favor de las personas. Hay que tener en
cuenta que este reencauzamiento siempre ha de conllevar, en todo caso, una actitud
radical de voluntad y suprema responsabilidad individual
ante el titánico cometido de la lucha vital
(en el más extenso y literal sentido de la palabra) a que nos conduce el
neoliberalfascismo y la senda (lenta y nada, nada fácil) hacia la realización
de un mundo en que cada uno de sus elementos sea lealmente respetado y la
presencia de cualquiera de ellos no suponga el comprometer la existencia del
resto, recuperando de alguna manera el antiguo concepto griego clásico de kósmos (actualizado en parte por
el ecologismo bajo el concepto de Gaia, la Tierra concebida como ser vivo) en tanto que “orden”, “composición de lugar”, de modo
que el hecho de recuperar su valor cualitativo, su esencia, sea prioritario con
respecto a una (re)asignación de su referente.
Ese concepto
originario de kósmos (del
cual derivó el significado de “mundo” o “universo” que nos es más afín) vino a
ser usurpado por el “fasciokapitalismo”[4]
de posguerra mediante el procedimiento de internacionalización (en las últimas
dos décadas, bajo el término de globalización),
reflejada en política principalmente a través de la ONU y organismos anejos cuya
labor, aunque en muchas ocasiones redundó en beneficio de la población mundial,
quedó supeditada al imperio estadounidense e instrumentalizada por este.
Así, desde un
punto de vista propagandístico, no es casual que se invoque a la unión, la
unidad o la (re)unificación (crucial en la política de bloques durante la
“guerra fría”) ni lo son denominaciones como Estados Unidos, Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (como alternativa al expansionismo yanqui),
Organización de las Naciones Unidas o
la más reciente Unión Europea. En el
fondo, se trata de un pretexto del capitalismo para perpetuar las
concentraciones de poder que arrancan desde los imperialismos europeos entre
los siglos XV y XIX (español, francés, prusiano, británico) para perpetuar las
distintas concentraciones de poder representadas por monarquías, dictaduras,
oligarquías, monopolios, oligopolios y toda suerte de poderes centralizados o
con un alto grado de centralización.
Desde ese mismo punto
de vista político-propagandístico, el más señalado precedente en la
suplantación del concepto de kósmos y su sustitución
por el término de globalización lo tenemos en los once principios de la
propaganda de Goebbels[5],
principalmente los de simplificación y enemigo único (adoptar una única idea,
un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo),
vulgarización (cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser
el esfuerzo mental a realizar) y unanimidad (llegar a convencer a mucha gente
que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad).
Evidentemente,
el nazismo, como toda suerte de fascismo incluso el más encubierto, se vale de
la anulación de lo personal y de la
consideración de los individuos como meros elementos
dependientes y en función de la entelequia de la patria y lo colectivo y no
a la inversa. En la sociedad de posguerra y hasta día de hoy, una forma de
despersonalización es la de considerarlos como meros números o datos atómicos
prescindiendo de las capacidades o valores intrínsecos de la persona que son
reconocibles en la medida en que puedan resultar útiles para el sistema y
quienes lo controlan, y que este se pueda servir de ellos. Lo personal, en el
fascismo, queda suplantado por el sectarismo,
ilusión de diferencia que no es más que un refuerzo de los principios
unificadores por depreciación de las cualidades, peculiaridades y rasgos más
distintivos e inalienables de la personalidad, convertidos ahí en meros trazos
de una caricatura.
En el plano
estrictamente humano, y en coherencia sistemática con el concepto de kósmos,
tenemos el de diversidad, que choca frontalmente con toda traza de fascismo
al poner en evidencia el nihilismo pasivo[6]
de forma radical, es decir, desde la constitución básica de toda persona y, por
ende, de toda sociedad hasta el último fundamento y sin posibilidad de ulterior
reducción. Considero que dicha diversidad debe reflejar lo mejor de los hechos
históricos y de las corrientes filosóficas que han prestigiado al ser humano en
su faceta más llana, excelsa y autónoma de persona, deviniendo así una suerte
de humanismo
maximalista, que no se valga de otro canon salvo el del respeto sagrado
a lo que lo humano comporta (y no de cualquier manera, sino en armonía y
coherencia con la esencia de lo natural en tanto no forzado o condicionado; en
tanto original, en el sentido
etimológico de la palabra).
La verdadera
diversidad, por definición, comprende perfectamente las contradicciones no
concibiéndolas como pretexto para realizar divisiones y exclusiones sino como
expresiones ricas y respetables del nudo de la existencia: la paradoja. La realización de una vida
plena y de la plenitud de lo que vive no es otra cosa sino la consumación de
dicha paradoja en el propio proceso de vivir (en el fieri, en términos de Ortega y Gasset). Y dicha paradoja vital,
para ser plena, debe estar siempre motivada por el sentido de la responsabilidad
moral y la lucha por mejorar en todos los aspectos, siendo siempre intransigentes
ante la intransigencia del control que coloca Humanidad y Naturaleza en función
de estructuras vacías y carentes de contenido que menoscaban y aniquilan el
valor intrínseco e inalienable de cada persona y del medio ambiente. La proactividad
ética, que conlleva la eliminación de toda pasividad o licencia
inhibidora de lo necesario para la plena realización personal, es fundamental para
que toda forma de canalización de las energías individuales sea plenamente
fructífera.
La legítima
defensa como medio de combatir todo aquello que antepone interés, provecho
y beneficios a los valores humanos y medioambientales está evidentemente
justificada, empleando términos propios del feminismo, como forma de resiliencia
y acción
positiva frente a todo tipo de agresión, grande o pequeña, contra todo
lo que comporte humanidad entendida como diversidad sostenible y
(multi)compatible, así como modo de prestigiar lo humano. La renuncia a la
legítima defensa nos pone en la condición de seres resignados de miserable y fantasmal
existencia en la cual el neoliberalfascismo nos tiene sumid@s, como en la
novela 1984 de Orwell o en la de macrocobayas
que pululan en La granja de los animales
de Huxley.
Dicha
resiliencia, en términos relativos y de reversión del actual estado involucionado
de cosas, comporta la desobediencia civil como principio
ético básico. Es el primer paso fundamental y perentoriamente necesario hacia
la puesta en evidencia y hundimiento del control del neoliberalfascismo como
atentado global contra el kósmos. Es incontestable la
necesidad de no canalizar la energía para otra cosa que no sea el verdadero crecimiento
de cada cual como persona, lo cual implica que tod@s, cada ser humano, con toda
la determinación de nuestras respectivas vidas, dejemos de alimentar el
monstruo neoliberalfascista, dejando al descubierto el desolador vacío que
realmente es.
Desobediencia civil como
arma de lucha básica que, en positivo, tiene su contrapartida en lo que
podríamos denominar lealtad multipersonal. Dicha lealtad debe tener como referencia
primordial, siempre y en todo momento, a cada persona con respecto a la cual cualquier
grupo no ha de ser sino un instrumento al servicio de la realización de todas y
cada una de las personas, prescindiendo al máximo de la cesión o renuncia como
medio de progreso y solución de cuestiones que afectan a la vida de cada cual.
Huelga decir que la transparencia
entendida en lo más intrínsecamente personal (en términos de claridad,
sinceridad, franqueza) es una piedra clave en el funcionamiento de dicha
lealtad.
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A día de hoy, aun acallados
cada vez con menos éxito por la macropropaganda neoliberalfascista a nivel
mundial, ya hay varios ejemplos de hechos y actitudes que nos dan pie para el
camino a seguir en diversas áreas de la existencia humana.
En el plano sociopolítico, la existencia de grupos
reducidos y pequeños colectivos alternativos que prestigian y priorizan los asuntos
(multi)particulares y personales como las vivencias, aptitudes, temores,
preocupaciones, satisfacciones, etc., cual es el caso, dentro de los colectivos
feministas de los grupos de mujeres (y, cada vez en mayor medida, igualmente de
hombres), independientemente de cualquiera de sus rasgos diferenciales,
entendidos en positivo como factores de diversidad. Por otro lado, a nivel político
mundial, es muy positivo el hecho de la progresiva toma de conciencia y
movilización de buena parte de los países de América Latina con gobiernos que
tienen el desarrollo de la población como prioridad, como son los casos de
Bolivia, Venezuela, Cuba o Nicaragua.
También cabe destacar la creciente presencia pública que viene tomando el ecologismo como alerta de los desastres medioambientales que padecemos, en gran medida, por la irresponsabilidad y la enfermiza obsesión de los grandes países por la obtención de beneficios con escaso o nulo miramiento por la habitabilidad, la durabilidad, el reciclado (solo empleado como parche o barniz publicitario pero muy raramente planteado como un criterio radical de base) o la obtención de recursos energéticos limpios.
También cabe destacar la creciente presencia pública que viene tomando el ecologismo como alerta de los desastres medioambientales que padecemos, en gran medida, por la irresponsabilidad y la enfermiza obsesión de los grandes países por la obtención de beneficios con escaso o nulo miramiento por la habitabilidad, la durabilidad, el reciclado (solo empleado como parche o barniz publicitario pero muy raramente planteado como un criterio radical de base) o la obtención de recursos energéticos limpios.
El cambio de concepción
radical ha de pasar igualmente, en lo económico, por puntos de inexcusable
cumplimiento: total desechamiento de la
denominada macroeconomía, del sistema
capitalista y de todas sus convenciones y ficciones publicitadas y
propagadas como productos financieros, desde el propio dinero y las divisas
hasta su sucedáneo y correlato cibernético más reciente: los bitcoins y el dinero electrónico; y la priorización
absoluta del valor concreto expresado en términos de cualidades y
capacidades personales y su realización (este concepto guardaría una estrecha
relación con el de fuerza de trabajo
en la filosofía de Marx, aunque extrapolado del estrecho marco de lo laboral). Además,
un adecuado uso de los avances tecnológicos en las comunicaciones posibilitaría
dar pasos cada vez mayores hacia la supresión
de todo tipo de intermediación y la priorización del trato directo e inmediato en
todo lo tocante a intercambios. Sería deseable a este respecto un retorno a una
mentalidad similar a la del trueque pero desprovista de todo objeto de ficción
económica (denominar a esto valor ficticio sería una trampa lingüística). Un
ejemplo de prestigio de susodicho valor concreto sería, por ejemplo, la
producción y consumo autárquicos de productos de la tierra a nivel individual o
de pequeños colectivos; o la norma del consumo de interior y por medios
naturales como alternativa a la producción masiva industrializada que antepone
la explotación por la obtención de beneficios capitalizados a la sostenibilidad
y al beneficio de todas y cada una de las personas. Igualmente, un arma para sabotear el
sistema capitalista de forma eficaz podría ser la planificación de una
estrategia de “robinhoodismo” cibernético
que bien podría llevar a cabo por ejemplo Anonymous, que consistiría en
hackeo-crackeo de bases de datos de cuentas de muy elevada cuantía, mayormente
en paraísos fiscales, su vaciado y el reparto equitativo de su importe por
medios informáticos entre la población.
Si bien los aspectos
sociopolítico y económico son trascendentales, el que se nos antoja como
realmente clave es el educativo, informativo e
intelectual, hoy día convertido en poco menos que un erial por la
implantación, por parte del neoliberalfascismo, de la mentalidad única,
reflejada en lacras como el trabajo sucio propagandístico de los falsimedia
como difusores de “fake news” que han acabado por constituir la “mátrix” de un
seudomundo paralelo; o como el de las grandes editoriales y corporaciones
audiovisuales encargadas de asegurar dicha "mátrix" y el control de las masas a través del
marketing y del prestigio atribuido al “mainstream”, que ha relegado y relega a
las catacumbas y a la lucha por la supervivencia elemental a l@s auténtic@s
creador@s, que no hallan apenas manera de subsistir gracias a su arte y se ven obligados, por ejemplo, a convertirse en "youtubers"; o como, en instancias más
elementales, la privatización de la educación como del resto de servicios a la
población en detrimento de una educación pública de calidad convertida, en la
inmensa mayoría de casos, en una escuela de adoctrinamiento generalizado. Este
es el nudo gordiano en el cual empieza el vaciado de contenido y la conversión de
las personas en meros aprendices de consumidores y en células pasivas y dependientes
del sistema, alienadas (en términos de Marx)[7] de
sus propias capacidades y valores.
Y por lo que respecta a
la información, es de todo punto elogiosa y modelo a seguir la labor realizada
por l@s “whistleblowers”
(denunciantes de corrupción) y por núcleos de "hacktivismo" informativo como WikiLeaks y Julian Assange
(actualmente a merced de la CIA y por cuya vida y estado de salud actualmente
se teme no sin razón) y Anonymous y sus ciberataques a centros significativos
de control y poder del mundo globalizado.
La alternativa a ese
estado involucionado de cosas pasa por el abandono total de lo canónico y la
tradición como conceptos usurpados por el neoliberalfascismo y el inmovilismo que
le es inherente y la recuperación del valor de lo vivencial y
sapiencial, así como la valoración intrínseca de la originalidad
emanada de la persona (y decimos “intrínseca” en tanto el valor no es
concedido por nada externo a la propia realización de una cualidad o
capacidad).
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Como reza el título del
último libro escrito hasta la fecha por el teniente Luis Gonzalo Segura[8],
nos hallamos “en la guarida de la bestia”. La vida ha devenido poco menos que
una heroicidad para cualquiera de nosotr@s, personas sin más valor que el que llevamos
con nosotr@s dondequiera que vayamos y el que conseguimos gracias a los frutos
de nuestro esfuerzo, y que alimentamos a cada instante el coraje y el grado de
conciencia que implica (llegar a) ser un@ mism@ en un sistema que, de entrada,
nos niega. La verdadera realización de cada cual por quien es realmente es la
mejor noticia para nosotr@s y la peor para ese sistema que nos quiere aniquilad@s.
Vivamos (en toda la extensión de la palabra) y
persistamos en ello.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBOGRAFÍA
[1] Escohotado Ibor, José Luis, "El
fascismo en la historia reciente del Estado español", Revista Periferia,
San Cristóbal de la Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1987.
[2] Toffler, Alvin, El shock del futuro, 1970 (editada en
España por primera vez por Plaza & Janés en 1973).
[3] “China se compromete a respetar los
derechos humanos en sus inversiones extranjeras”, en Fundesp, 8 de abril del 2019 (https://www.fundeps.org/china-ddhh-inversiones-extranjeras/).
[4] Para los mecanismos de suplantación
y usurpación del fascismo véase Orbuas-Fortuny, Antoni, “Fascismo,
capitalismo, marketing: la gran suplantación”, en Nuevomar, 2018 (https://nuevo-mar-aof.blogspot.com/2018/08/fascismo-capitalismo-marketing-la-gran.html?zx=ac9f3bad50876ca1).
[5] “Los 11 principios de la propaganda
nazi de Joseph Goebbels”, en Altaveu,
25 de diciembre de 2015 (https://www.altaveu.com/opinio/1597/los-11-principios-de-la-propaganda-nazi-de-joseph-goebbels).
[6] “Nihilismo en Nietzsche”, en Filosofía Contemporánea (https://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiacontemporanea/Nietzsche/Nietzsche-Nihilismo.htm).
[7] Esa alienación de las personas conlleva
la suplantación y usurpación de discursos, símbolos y expresiones de verdadera
creatividad y progreso así como la destrucción de sus referentes. Véase
Orbuas-Fortuny, Antoni, loc. cit.
[8] Segura, Luis Gonzalo, En la guarida de la bestia, Madrid, Akal
Ediciones, 2019.