Del
mismo modo que es imposible entender la Historia moderna y contemporánea sin la
irrupción del feminismo, otro tanto pasa con los movimientos LGBTIQ+[1]. Ambos comparten una
característica básica: se oponen al patriarcado que oprime, somete, margina,
maltrata e incluso asesina a mujeres y a quienes se salen del patrón
cis-heterosexual tradicional. Este nexo anti-patriarcal de ambos movimientos
explica, entre otras cosas, que una parte significativa del movimiento
feminista esté integrada por mujeres lesbianas, bisexuales, transexuales o queer.
Las
manifestaciones o incitaciones al odio contra las personas que se salen de la
norma patriarcal (la “LGBTIQ+-fobia”)
tienen su origen en una construcción social de la masculinidad en la que el ser
hombre se define en negativo; es decir, todo aquello que es no ser mujer ni gay
ni trans ni bi ni intersexual. Como respuesta a esto, los movimientos LGBTIQ+
representan la parte concienciada de esas personas, dado que el ser lesbiana,
gay, bisexual, inter o trans no implica necesariamente estar libre de machismo.
Por eso es aún más importante la confluencia de estos movimientos con los
feminismos y los movimientos de hombres por la igualdad en el desmontaje del
patriarcado desde la construcción de la conciencia personal y colectiva.
Hoy
día, en términos generales y a nivel mundial, no nos son ajenos los logros de
los grupos LGBTIQ+ -sobre todo desde la legendaria rebelión del Stonewall Inn
en 1969- a fuerza de tenacidad, constancia, resiliencia y no poca lucha,
sufrimiento y vidas por el camino desde la sombra de la estigmatización de la
que partían en los países occidentales. En el ámbito político se ha logrado una
mayor aceptación por parte de la sociedad al impulsar, p. ej., candidaturas de
personas declaradas LGBTIQ+ a cargos de elección popular. Desde la perspectiva
laboral, se ha conseguido más respeto y tolerancia por las/os compañeras/os
LGBTIQ+ y se ha abierto paso incluso en instituciones militares y de seguridad.
En el núcleo familiar, y siempre en términos generales- se observa menos
rechazo de los padres hacia el miembro LGBTIQ+ y su pareja. Asimismo, la
sociedad ha organizado diferentes redes solidarias, organizaciones civiles y no
gubernamentales que apoyan a personas LGBTIQ+ en casos jurídicos, laborales y
de salud. En el ámbito cultural, se han creado espacios que permiten el
desarrollo de actividades que abarcan desde las artes al periodismo, y las
asociaciones LGBTIQ+ mantienen -en general con bastante eficacia- el debate
social con un discurso firme de propósitos y argumentación. Todo ello por no
hablar de la legalización de matrimonios de personas del mismo sexo: en el año
2001 el gobierno de los Países Bajos legalizó la unión conyugal de gais y
lesbianas -si bien con limitaciones-, y más tarde se adhirieron a la
legalización Bélgica (2003), el estado de Massachusetts en EE.UU. (2004),
España y Canadá (2005), Suráfrica (2006, sobre dictamen judicial de diciembre
de 2005); Noruega y Suecia (2009); Portugal, Islandia y Argentina (2010);
Dinamarca (2012); Brasil, Francia, Uruguay y Nueva Zelanda (2013); Reino Unido
excepto Irlanda del Norte (2014), Luxemburgo (2015) y, por último, la
aprobación por referéndum popular de este derecho en la República de Irlanda el
pasado 23 de mayo, así como la reciente
y largamente esperada legalización en todo el territorio estadounidense
el 26 de junio, ambas durante este 2015. Además, será legalizado en Finlandia
(2017) y queda por determinar en Eslovenia y varios Estados federales de
México.
Sin
embargo, hemos de ser muy conscientes en todo momento de que esos logros distan
muy mucho de ser suficientes y, aunque revelan una tendencia hacia la ansiada
inclusión social, hay hechos preocupantes indicativos de que el patriarcado no
descansa y de que, aun a día de hoy, sigue habiendo un fondo patriarcal que
debe seguir siendo enérgicamente combatido hasta su desaparición. En un 40% de
los países de mundo (en torno a 80) es delito penado ser LGBTIQ+, y en 6 de
ellos lo es con la pena de muerte. En Rusia están restringidas las libertades
de expresión y asociación, por no hablar de las persecuciones de grupos
neonazis hacia el colectivo gay, una de las cuales dio como resultado la
tortura y asesinato de un joven gay en agosto de 2013. En España sin ir más
lejos, y según estadística del Ministerio de Interior (2014), el 40% de los
delitos de odio cometidos tuvieron razones de orientación e identidad sexual. Y
hay que tener muy en cuenta significativas declaraciones y muestras de
mentalidad reaccionaria y LGBTIQ+-fobia en los últimos tiempos en países a
priori favorables por su legislación a la libertad de orientación sexual y/o al
matrimonio entre personas del mismo sexo: así las del obispo de Alcalá de
Henares, Juan Antonio Reig, que en abril de 2012 cargó contra la homosexualidad
y el aborto, y cuyas palabras fueron firmemente contestadas por los colectivos
LGBTIQ+[2]; o las de Sérgio Nogueira,
político brasileño que, en septiembre de 2014, criticó que se combatiese la
homofobia y, entre otras lindezas ultramontanas, sugirió que se recluyese a los
gais en una isla durante 50 años para luego ver que no había quedado ninguno[3] ; o, muy recientemente, la
sonada negativa de la cancillera Angela Merkel a reconocer en Alemania el
matrimonio entre personas del mismo sexo[4]. Son éstos algunos
contados y significativos ejemplos entre miles de una involución sociopolítica
alentada por cargos de ideología reaccionaria en instituciones
(supra/multi)nacionales al servicio de los intereses de las grandes
corporaciones tecnológicas, energéticas y financieras del mundo encargadas de
recortar derechos humanos fundamentales en sanidad, educación, vivienda, libertad
de expresión e igualmente de orientación sexual.
Con ser desafiantes e
incluso amenazantes estas muestras visibles de LGBTIQ+-fobia, donde realmente
hay que estar alerta es contra mecanismos más sutiles pero más estructurales y
de fondo que consolidan la represión, la marginación y el recorte de derechos y
que están en el fundamento de eso tan netamente patriarcal que se ha dado en
llamar eufemísticamente globalización. Para afrontar esos mecanismos es
necesario articular una contraestrategia que tenga siempre como meta y norte la
inclusión total de la gente LGBTIQ+ y de otros movimientos y colectivos
marginados por el patriarcado. Antoni Aguiló señala cinco “retos comunes que
marcan el camino para fortalecer su combatividad subversiva [la de los movimientos
LGBTIQ+] en pro de la emancipación social y sexual en el siglo XXI”:
despenalización, despatologización, descolonización, despatriarcalización y
desmercantilización[5] ; aunque pensamos que
sería mejor hablar, respectivamente, de inclusión legal, biopsicológica,
global, social y de valor esencial, dado que se trata de una manera de formular
en positivo las mismas ideas.
Es bueno saber de dónde
venimos y tener siempre memoria de lo sucedido; pero no hay que vivir
dependientes de esa memoria sino, teniendo en cuenta esos obstáculos, tener
siempre la mira y las energías puestas en luchar, construir y avanzar. Y para
esa lucha, construcción y avance, cada pequeño gesto, cada pequeño acto, cada
pequeña aportación es fundamental. Vamos un paso detrás del otro y con pie muy
firme porque vamos muy, muy lejos.
[1]
LGTBIQ+:
Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales, queer y demás colectivos que representan la diversidad sexual y de
identidades de género.
[2] “Las
asociaciones de homosexuales acusan a Reig de "azuzar la homofobia"”,
en Público, 7 de abril de 2012 (http://www.publico.es/espana/asociaciones-homosexuales-acusan-reig-azuzar.html).
[3] “Político
brasileño critica que se combata la homofobia en las aulas y sugiere recluir a
los gays a una isla”, en Matrimonio
Igualitario Contra la Homofobia (http://www.nomashomofobia.net/2014/09/17/politico-brasileno-critica-que-se-combata-la-homofobia-en-las-aulas-y-sugiere-recluir-a-los-gays-a-una-isla/).
[4] “Merkel
frena el reconocimiento del matrimonio homosexual en Alemania”, en Eldiario.es, 23 de junio de 2015 http://www.eldiario.es/internacional/matrimonio-homosexual-Alemania_0_401760055.html).
[5] Antoni
Aguiló, “Cuando el poder popular sale del armario”, en Mientras Tanto, 27 de
junio de 2015 (http://www.mientrastanto.org/boletin-137/de-otras-fuentes/cuando-el-poder-popular-sale-del-armario#sthash.Wn9oa1eW.dpuf).
Despenalización: supresión de las leyes
que consideran lo LGBTIQ+ como objeto de sanción penal.
Despatologización: borrado de estas
conductas de la lista de enfermedades y trastornos (como, por ejemplo, la
llamada “disforia de género” que se aplica a trans).
Descolonización: cambio en la
consideración de que los países del llamado primer mundo tienen la patente de
todo lo relacionado con lo LGBTIQ+.
Despatriarcalización: superación del
patriarcado como sistema de clasificación de grupos y conductas y de estructura
de poder y dominio de un grupo sobre el resto.
Desmercantilización: supresión del uso
de las conductas e identidades LGBTIQ+ como objetos y estrategias de mercado
asimilados por el capitalismo.