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viernes, 11 de diciembre de 2015

RETRO, REVIVAL, VINTAGE: UNA ESTÉTICA DE LA INVOLUCIÓN CONTRA LA POBLACIÓN MUNDIAL


     A primera vista, puede resultar curioso cómo, sobre todo en la última década, nos ha venido invadiendo –principalmente desde los falsimedia y desde empresas de toda índole de la sociedad de consumo en general- un mar de productos y manifestaciones estéticas y audiovisuales que nos devuelven (o al menos eso intentan) a tiempos pretéritos en tanto que señal de prestigio, siguiendo la estela de aquel “cualquiera tiempo pasado fue mejor” de Jorge Manrique. En las etapas oscuras de la Historia –coincidentes no por casualidad con momentos de hegemonía político-financiera aplastante a nivel mundial- el vacío de creatividad o su represión, auspiciados por el sistema, han sido recurrentemente compensados con una huida o refugio más o menos insistentes de las artes en referencias del pasado convenientemente mitificadas, fenómeno que igualmente tiene su reflejo y trasfondo a nivel sociológico. Todo hecho de asumir un referente histórico empleándolo como modelo conlleva, ineludiblemente, una mayor o menor carga de mitificación.



     A medida que vamos reflexionando en el sentido de la presencia de esos productos y manifestaciones retro, revival o vintage en época moderna y contemporánea, podemos reparar en hasta qué punto han sido (y siguen siendo, y cada vez con más fuerza) una estrategia de masas alentada y fomentada por el neoliberalismo. La génesis de la misma hunde sus raíces en la creciente hegemonía político-económico-cultural de EE.UU. ya en el período de entreguerras y, sobre todo, el logro de la condición de primera potencia tras la segunda guerra mundial. Una revolución industrial y tecnológica sin precedentes que cambia por completo la vida doméstica y que contribuye a expandir la idea de los EE.UU. como el país del Welfare State, las libertades y las oportunidades, respaldada por el glamour de Hollywood y su recreación idílica y propagandística de la Antigüedad clásica y del Far West entre otros contextos, contribuyen a sentar la base para la mayor parte de las mitomanías usadas por el marketing como arma de distracción masiva. Ya en España, cuya guerra civil fue antesala de la mundial, se fue originando parecido fenómeno aunque realizado de una forma más tosca y radical, más carpetovetónica, con pleno control de los medios y del entorno educativo por parte de la dictadura franquista y una sangrienta represión, cuando no exilio, de cualquier tipo de oposición a la misma. Las productoras cinematográficas Cifesa -surgida aún en época republicana- y Suevia Films, nacidas como competencia autóctona al star-system hollywoodiense y sometidas a la censura del régimen, acabaron sirviendo de altavoz propagandístico del mismo, dando una imagen igualmente irreal, idílica, maniquea e idealizada del país y que recurría al constructo folklórico costumbrista y a un almibaramiento cursi, relamido, infantiloide pero adultocéntrico de fondo y por ello antinatural, que invisibilizaba a quienes perdieron la guerra y sus descendientes y la penuria vital de buena parte de la población, enfocada en la obtención de seguridad material mediante la estructura de la familia tradicional. Algo que auspiciaba un inmovilismo cultural reflejo del social, y éste a su vez reflejo del político; un contexto ideal para que las estrellas de entonces y los personajes de su entorno, finalmente (como sucedió, por ejemplo, con la llamada canción española), pudiesen perpetuar su presencia mediante operaciones revival en los medios décadas más tarde, yendo a desembocar actualmente en algunos programas de la telebasura convertidos de esta forma en auténticos cementerios de dinosaurios.



     En música el fenómeno retro y revival se viene produciendo de forma especialmente intensa a partir de las décadas de los 70 y 80, que es cuando empiezan a florecen los grupos musicales de versiones y traducciones libres por lo general de temas pop, rock o soul británico y estadounidense de los 50 y 60 convertidos no pocas veces en sintonías de anuncios publicitarios o en música disco o tecno, con objeto de alargar la rentabilidad económica de los temas originales. Y si es imposible recurrir a lxs artistas originales para seguir actuando (revival) se crean grupos ad hoc con ese (casi) único propósito retro (como fueron en España el caso de La Década Prodigiosa, que se dedicó a versionar en formato popurrí temas famosos del pop español de los 60 a los 80; o el de Luis Cobos y su orquesta, reproduciendo en popurrís pasajes musicales de zarzuelas enmarcados en caja de ritmos). Y en la última década, por mor de la nefasta política de recortes en la última legislatura (des)gobernada por el PP y de todo tipo de trabas al desarrollo de una cultura y arte creativos –afectando incluso a la servidumbre del arte subvencionado-, las creaciones originales -quizá por mostrarse la mayoría de ellas críticas contra el estado de cosas- se han convertido casi en una heroicidad underground confinada en pequeños pubs artísticos y proliferan por doquier los grupos que apenas disponen de algún tema original en su repertorio, por no hablar de los grupos-tributo (la mayoría de ellos con imitación de la composición y características estéticas e incluso físicas de la banda original) y de los grupos de animación musical de celebraciones -con repertorio de temas populares y generalmente de moda en sus respectivas épocas- que proliferaron a partir de finales de los 90 como consecuencia de los avances tecnológicos aplicados a la música y que permitían la fácil reproducción de playbacks totales o parciales sin necesidad de conocimiento musical alguno. Entre la creatividad pura y las versiones casi calcadas de temas originales se encuentra la delgada línea del plagio disfrazado de creatividad del que no pocos grupos han sido acusados de un tiempo a esta parte.



     El sector de la automoción no es ajeno, en virtud de la estrategia psicológica de masas del marketing, al fenómeno retro. Una vez más la estética de los años 50 y 60 sirve de base para la recreación de modelos o de vehículos a motor considerados –y vendidos- hoy día como legendarios en virtud de su marca. Y qué decir del mundo de la moda. Góticxs, freaks amantes de los fetiches del inicio de la era digital e informática; chicas vestidas y maquilladas al más puro estilo pin-up, que se puso de moda en Estados Unidos ya desde la segunda guerra mundial y experimentó un gran desarrollo a lo largo de los años 50 con el estrellato de Marilyn Monroe; la estética bling-bling, chillona y exorbitantemente excéntrica en ocasiones, tan dilecta sobre todo a una parte de la población afroamericana dentro del rap y del hip-hop suburbial y que bebe en las extravagancias de la estética funky-disco de los años 70; la estética hipster, combinación sui géneris de la forma de vestir y del aspecto físico de los colonos norteamericanos de la segunda mitad del siglo XIX con barba patriarcal a lo Walt Whitman con elementos de la moda casual urbana (chaqueta sport, zapatillas) y algún elemento freaky de cierta asiduidad como la “gafapasta”; e incluso lxs perroflautas, con una herencia estética del movimiento hippy surgido a finales de los 60 y al que se sumaron influencias estéticas de carácter étnico y aun primitivista (peinado de rastas, piercings de tipo africano en los lóbulos de las orejas, etc.) aparte elementos de estética urbana deliberadamente pobristas; en todos estos casos se da una consolidación en general de los estereotipos de género, algo muy congruente con el inmovilismo sociopolítico y económico de fondo. Aquí la creación del llamado precariado, resultado del expolio a la población –fundamentalmente la antigua clase media-  mediante medidas de capitalismo salvaje disfrazado so pretexto de la crisis, al combinarse con la idea de reciclado da lugar a la versión del segunda-mano que mejor responde a la finalidad última de los poderes que manejan el libre mercado: la moda vintage, que cumple una doble función: económica (mantenimiento del precariado, versión moderna de los siervos de la gleba medievales) y político-psicológica (interiorización del estado de precariedad reforzado por una estética deliberadamente antigua, al menos todo lo que puede significar el término “antiguo” en una sociedad de consumo de usar y tirar y artificialmente acelerado).


     Todas estas manifestaciones más o menos decadentes tienen como trasfondo el neoliberalismo de los lobbies cada vez más feroces y de las grandes fortunas del mundo recogidas por la guía Forbes, verdaderos señores feudales de eso que Umberto Eco, Furio Colombo, Francesco Alberoni y Giuseppe Sacco denominaron “la nueva Edad Media”, en la cual el poder y control omnímodos de la religión han sido sustituidos por selectos clubes de poder transnacional compuestos por grandes corporaciones tecnológico-financiero-alimentarias y por los servicios secretos de las principales potencias mundiales; y la retórica y estética de las iglesias y templos ha sido sustituida por la del marketing, la publicidad y los falsimedia súbditos de las ramificaciones de los poderes transnacionales en cada país, que siembran de forma plenamente consciente en la sociedad de consumo un discurso de mitomanías regresivas para mantener a raya y alejar cada vez más a la población de cualquier sombra de sospecha del verdadero estado de evolución de la ciencia y la tecnología controladas por los poderes supremos. El retro, el revival y el vintage son, por tanto, instrumentos de alienación estética y mantenimiento en la ignorancia de ese núcleo fundamental de realidad: una suerte de flechas indicadoras que conducen en dirección diametralmente opuesta a la de la verdadera evolución y que nos intentan llevar a la confortable burbuja de los pequeños mundos ficticios en los que el tiempo parece haberse detenido y que están diseñados para nosotrxs, las afortunadas macrocobayas, felizmente ajenas a lo que tienen secretamente preparado y almacenado para ellas los dioses del macrolaboratorio.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Y YO MÁS

La cadena de atentados perpetrados en París el viernes 13-N, al igual que en su día los de las Torres Gemelas (el 11-S) o los de Atocha (el 11-M) son muy contadas muestras de violencia terrorista, la más visible y casi la única en que repara buena parte de la sociedad occidental, moldeada, mediatizada y embotada por el patrón de la desigualdad y la discriminación a que contribuyen los falsimedia siervos del poder y que sólo es consciente de ella cuando la sufre en sus propias carnes. Largo, larguísimo es el reguero de sangre y asesinatos de vidas inocentes (la mayoría, mujeres y niñxs) en las guerras provocadas y emprendidas por EE.UU. y sus aliados a lo largo de la Historia contemporánea, así como por Rusia y los suyos. Pero esas guerras, ese desprecio extremo y esa destrucción de la Humanidad como forma de acaparar y sustentar a toda costa poder y riqueza, entendidos siempre como dominio y privación (o supresión) del otro, tienen unas causas muy definidas a las cuales no somos en absoluto ajenxs aunque nos costase admitirlo por miedo, egoísmo o evasión. Son los cimientos del modelo nada modélico de sociedad patriarcal en que vivimos y que, hoy por hoy, continúa perpetuándose a lo largo y ancho del mundo bajo nuevos ropajes que les obliga a tomar la irrupción de los feminismos.

Pero esa violencia directa extrema es en última instancia, como ya expuso el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung en su teoría del conflicto, consecuencia de otras dos violencias sobre las que se sustenta y que sustentan igualmente el funcionamiento de una sociedad: violencia estructural (la que niega las necesidades y reduce en mayor o menor medida las posibilidades de realización de las personas) y la violencia cultural (legitimadora de la violencia estructural y reflejada en actitudes). La violencia per se, sea del tipo que sea, es característica del patriarcado y de quien detentó históricamente los privilegios del patriarcado por antonomasia: el hombre adulto heterosexual blanco, el paterfamilias, el amo de esclavxs, el general en jefe, el gran magnate, el explotador de personas y recursos, el gran dictador, el verdugo.

Esos que de niños eran los gallitos del colegio, que te quitaban el bocata o el dinero para comprarlo bajo la amenaza de pegarte y que al final te pegaban de todas formas; que se reían y se burlaban de tus defectos físicos o de que no fueras un hombrecito listo, artero, tramposo y cazapájaros como ellos para que tú les hicieras los deberes a cambio de nada; esos que te quitaban a tus mejores amigxs por el mero hecho de pavonearse de que eran mejores que tú; esos que se ponían de delantero en las pachangas para demostrar lo buenos que eran regateando y chupando balón, dejándote a ti de portero –y eso si te dejaban jugar en la pachanga-; esos que se quedaban con tus cromos y te cambiaban sólo los que les sobraban y siempre con tal de que te quedases sin el cromo que te faltaba para completar la colección. Y esos que eran la corte de pelotas de los gallitos del colegio.

Son los mismos que de adultos te venden un crédito hipotecario como lo mejor del mundo para ver cómo te quedas sin casa y te arruinas; o los que saquean pactando entre sí la subida de la factura de la luz, o del agua, o un precio elevado del combustible para sacarte (sacarnos) hasta las motas de los bolsillos, aprovechándose de su situación de poderes y prebendas y obligándonos a hipotecar nuestras vidas; o los que te prometen subidas de pensiones, de sueldos, mejoras sin parangón de servicios, ampliación de derechos y demás tópicos de país de cuento en período electoral para devolverte a la cruda realidad de los recortes, la desatención y la decepción del enésimo cínico escarnio. Y ellos a los suyo: amasar sin tregua un poder omnímodo y miles de millones en paraísos fiscales, y tanto mejor si lo han hecho a costa de infringir, vulnerar, violar y pisotear la mayor cantidad de derechos y leyes posible, o en todo caso de manipularlas o de fabricar otras más apropiadas a sus sórdidos fines. No han vacilado para ello en convertir al mundo en un macrolaboratorio en el cual la inmensa mayoría de quienes formamos parte de la población mundial somos sus macrocobayas sometidas a macroexperimentos, desde la introducción de componentes patógenos en productos de consumo habitual pasando por la provocación deliberada de mal llamadas crisis, la provocación de éxodos de población causados por guerras de interés geoestratégico y/o político-económico o, directamente, el genocidio atroz y escalofriante más o menos previsto cuando no planificado de cientos de millones de personas. No han vacilado en fabricar ruinmente el mal (llámese comercio de armas, terrorismo, trata de mujeres, turismo sexual, productos tóxicos o cualquier otra cosa) para darle el remedio ya planificado de antemano sin importar qué macrocobayas mueren en el experimento pero manteniendo absolutamente reverentes a las que sobreviven. Todo perfectamente calculado, todo macabramente bajo control.

Son los que quieren decidir por las mujeres sobre su cuerpo; los que no conciben otra salida a los conflictos que no sea la aniquilación del otro, sin conceder la posibilidad de escucharlo ni menos de cuidarlo; los que nos quieren a todxs ciegxs a base de aplicar el ojo por ojo; los que nos quieren arrastrar a un ciclo de muerte; los que olvidan el mensaje humano (que muchas mujeres nos transmitieron al darnos la vida) de cuidar la vida y nuestro planeta.

Y todo por una absurda carrera basada en un orgullo desprovisto de sentimiento, justificado por eso que llaman competitividad, que no es más que la negación soberbia a priori de que pueda haber otrx diferente a ti y de que te puedes enriquecer interiormente con ello. Un uso desolador y estéril en el que los hombres desperdician, ahogan y aniquilan todo rastro y semilla del mundo de colores, sabores, aromas, emociones, sentimientos, cariño, cuidados, paz, calma, sensibilidades y fe en sí mismos y en lxs demás que llevaban dentro de sí, tan sólo por el hecho de seguir siendo los hombres duros, esos rancios campeones del patriarcado. Todo por el inútil, absurdo y patético prurito de ver quién la tiene más larga.

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Mi agradecimiento de corazón a Juanjo Compairé por la revisión y los addenda al presente artículo.

viernes, 24 de julio de 2015

EL MOVIMIENTO LGBTIQ+, EN PROGRESO

Del mismo modo que es imposible entender la Historia moderna y contemporánea sin la irrupción del feminismo, otro tanto pasa con los movimientos LGBTIQ+[1]. Ambos comparten una característica básica: se oponen al patriarcado que oprime, somete, margina, maltrata e incluso asesina a mujeres y a quienes se salen del patrón cis-heterosexual tradicional. Este nexo anti-patriarcal de ambos movimientos explica, entre otras cosas, que una parte significativa del movimiento feminista esté integrada por mujeres lesbianas, bisexuales, transexuales o queer.

Las manifestaciones o incitaciones al odio contra las personas que se salen de la norma patriarcal (la “LGBTIQ+-fobia”) tienen su origen en una construcción social de la masculinidad en la que el ser hombre se define en negativo; es decir, todo aquello que es no ser mujer ni gay ni trans ni bi ni intersexual. Como respuesta a esto, los movimientos LGBTIQ+ representan la parte concienciada de esas personas, dado que el ser lesbiana, gay, bisexual, inter o trans no implica necesariamente estar libre de machismo. Por eso es aún más importante la confluencia de estos movimientos con los feminismos y los movimientos de hombres por la igualdad en el desmontaje del patriarcado desde la construcción de la conciencia personal y colectiva.



Hoy día, en términos generales y a nivel mundial, no nos son ajenos los logros de los grupos LGBTIQ+ -sobre todo desde la legendaria rebelión del Stonewall Inn en 1969- a fuerza de tenacidad, constancia, resiliencia y no poca lucha, sufrimiento y vidas por el camino desde la sombra de la estigmatización de la que partían en los países occidentales. En el ámbito político se ha logrado una mayor aceptación por parte de la sociedad al impulsar, p. ej., candidaturas de personas declaradas LGBTIQ+ a cargos de elección popular. Desde la perspectiva laboral, se ha conseguido más respeto y tolerancia por las/os compañeras/os LGBTIQ+ y se ha abierto paso incluso en instituciones militares y de seguridad. En el núcleo familiar, y siempre en términos generales- se observa menos rechazo de los padres hacia el miembro LGBTIQ+ y su pareja. Asimismo, la sociedad ha organizado diferentes redes solidarias, organizaciones civiles y no gubernamentales que apoyan a personas LGBTIQ+ en casos jurídicos, laborales y de salud. En el ámbito cultural, se han creado espacios que permiten el desarrollo de actividades que abarcan desde las artes al periodismo, y las asociaciones LGBTIQ+ mantienen -en general con bastante eficacia- el debate social con un discurso firme de propósitos y argumentación. Todo ello por no hablar de la legalización de matrimonios de personas del mismo sexo: en el año 2001 el gobierno de los Países Bajos legalizó la unión conyugal de gais y lesbianas -si bien con limitaciones-, y más tarde se adhirieron a la legalización Bélgica (2003), el estado de Massachusetts en EE.UU. (2004), España y Canadá (2005), Suráfrica (2006, sobre dictamen judicial de diciembre de 2005); Noruega y Suecia (2009); Portugal, Islandia y Argentina (2010); Dinamarca (2012); Brasil, Francia, Uruguay y Nueva Zelanda (2013); Reino Unido excepto Irlanda del Norte (2014), Luxemburgo (2015) y, por último, la aprobación por referéndum popular de este derecho en la República de Irlanda el pasado 23 de mayo, así como la reciente  y largamente esperada legalización en todo el territorio estadounidense el 26 de junio, ambas durante este 2015. Además, será legalizado en Finlandia (2017) y queda por determinar en Eslovenia y varios Estados federales de México.



Sin embargo, hemos de ser muy conscientes en todo momento de que esos logros distan muy mucho de ser suficientes y, aunque revelan una tendencia hacia la ansiada inclusión social, hay hechos preocupantes indicativos de que el patriarcado no descansa y de que, aun a día de hoy, sigue habiendo un fondo patriarcal que debe seguir siendo enérgicamente combatido hasta su desaparición. En un 40% de los países de mundo (en torno a 80) es delito penado ser LGBTIQ+, y en 6 de ellos lo es con la pena de muerte. En Rusia están restringidas las libertades de expresión y asociación, por no hablar de las persecuciones de grupos neonazis hacia el colectivo gay, una de las cuales dio como resultado la tortura y asesinato de un joven gay en agosto de 2013. En España sin ir más lejos, y según estadística del Ministerio de Interior (2014), el 40% de los delitos de odio cometidos tuvieron razones de orientación e identidad sexual. Y hay que tener muy en cuenta significativas declaraciones y muestras de mentalidad reaccionaria y LGBTIQ+-fobia en los últimos tiempos en países a priori favorables por su legislación a la libertad de orientación sexual y/o al matrimonio entre personas del mismo sexo: así las del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig, que en abril de 2012 cargó contra la homosexualidad y el aborto, y cuyas palabras fueron firmemente contestadas por los colectivos LGBTIQ+[2]; o las de Sérgio Nogueira, político brasileño que, en septiembre de 2014, criticó que se combatiese la homofobia y, entre otras lindezas ultramontanas, sugirió que se recluyese a los gais en una isla durante 50 años para luego ver que no había quedado ninguno[3] ; o, muy recientemente, la sonada negativa de la cancillera Angela Merkel a reconocer en Alemania el matrimonio entre personas del mismo sexo[4]. Son éstos algunos contados y significativos ejemplos entre miles de una involución sociopolítica alentada por cargos de ideología reaccionaria en instituciones (supra/multi)nacionales al servicio de los intereses de las grandes corporaciones tecnológicas, energéticas y financieras del mundo encargadas de recortar derechos humanos fundamentales en sanidad, educación, vivienda, libertad de expresión e igualmente de orientación sexual.



Con ser desafiantes e incluso amenazantes estas muestras visibles de LGBTIQ+-fobia, donde realmente hay que estar alerta es contra mecanismos más sutiles pero más estructurales y de fondo que consolidan la represión, la marginación y el recorte de derechos y que están en el fundamento de eso tan netamente patriarcal que se ha dado en llamar eufemísticamente globalización. Para afrontar esos mecanismos es necesario articular una contraestrategia que tenga siempre como meta y norte la inclusión total de la gente LGBTIQ+ y de otros movimientos y colectivos marginados por el patriarcado. Antoni Aguiló señala cinco “retos comunes que marcan el camino para fortalecer su combatividad subversiva [la de los movimientos LGBTIQ+] en pro de la emancipación social y sexual en el siglo XXI”: despenalización, despatologización, descolonización, despatriarcalización y desmercantilización[5] ; aunque pensamos que sería mejor hablar, respectivamente, de inclusión legal, biopsicológica, global, social y de valor esencial, dado que se trata de una manera de formular en positivo las mismas ideas.

Es bueno saber de dónde venimos y tener siempre memoria de lo sucedido; pero no hay que vivir dependientes de esa memoria sino, teniendo en cuenta esos obstáculos, tener siempre la mira y las energías puestas en luchar, construir y avanzar. Y para esa lucha, construcción y avance, cada pequeño gesto, cada pequeño acto, cada pequeña aportación es fundamental. Vamos un paso detrás del otro y con pie muy firme porque vamos muy, muy lejos.





[1]     LGTBIQ+: Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales, queer y demás colectivos que representan la diversidad sexual y de identidades de género.

[2]   “Las asociaciones de homosexuales acusan a Reig de "azuzar la homofobia"”, en Público, 7 de abril de 2012 (http://www.publico.es/espana/asociaciones-homosexuales-acusan-reig-azuzar.html).

[3]   “Político brasileño critica que se combata la homofobia en las aulas y sugiere recluir a los gays a una isla”, en Matrimonio Igualitario Contra la Homofobia (http://www.nomashomofobia.net/2014/09/17/politico-brasileno-critica-que-se-combata-la-homofobia-en-las-aulas-y-sugiere-recluir-a-los-gays-a-una-isla/).

[4]   “Merkel frena el reconocimiento del matrimonio homosexual en Alemania”, en Eldiario.es, 23 de junio de 2015 http://www.eldiario.es/internacional/matrimonio-homosexual-Alemania_0_401760055.html).

[5]   Antoni Aguiló, “Cuando el poder popular sale del armario”, en Mientras Tanto, 27 de junio de 2015 (http://www.mientrastanto.org/boletin-137/de-otras-fuentes/cuando-el-poder-popular-sale-del-armario#sthash.Wn9oa1eW.dpuf).
   Despenalización: supresión de las leyes que consideran lo LGBTIQ+ como objeto de sanción penal.
    Despatologización: borrado de estas conductas de la lista de enfermedades y trastornos (como, por ejemplo, la llamada “disforia de género” que se aplica a trans).
      Descolonización: cambio en la consideración de que los países del llamado primer mundo tienen la patente de todo lo relacionado con lo LGBTIQ+.
     Despatriarcalización: superación del patriarcado como sistema de clasificación de grupos y conductas y de estructura de poder y dominio de un grupo sobre el resto.
    Desmercantilización: supresión del uso de las conductas e identidades LGBTIQ+ como objetos y estrategias de mercado asimilados por el capitalismo.

lunes, 15 de junio de 2015

LA SALSA ES INDIGESTA PARA LA IGUALDAD

En una entrada anterior de este blog ya realicé un análisis con perspectiva de género sobre el contenido en las letras de la discografía de Romeo Santos con motivo de su concierto en el estadio de Adeje (Tenerife) el pasado 3 de abril de 2015[1]. Al parecer, el Cabildo de dicha isla debe estar bien satisfecho con este tipo de, digamos, música y, sobre todo, con su repercusión en taquilla, hasta el punto de que vuelve a promover un concierto en el sur de Tenerife –esta vez en el estadio olímpico de Arona– para regocijo de esa muchedumbre devota de la salsa, la pachanga y demás ritmos latinos tan sabrosos como poco sustanciosos, por los que no vacilará en pagar de 40 euros en adelante esta vez para ver a principios de julio al cacareadísimo Marc Anthony, en cuya producción no voy a abundar aquí porque es más del mismo patriarcado y la cuestión a tratar en la presente entrada es otra.


Con ser esto lamentable habiendo como hay necesidades mucho más urgentes en educación, atención social y sociosanitaria, dotación de infraestructuras, etc. –y que me llamen populista y demagogo–, lo más chocante para servidor fue saber que la promoción del concierto de Marc Anthony corre a cargo, entre otras instancias administrativas, de la Consejería de Gobierno Abierto, Acción Social, Educación, Juventud, Cultura, Deportes e… ¡¡¡IGUALDAD!!! Obviemos que lo peor sea destinar parte de una partida presupuestaria a espectáculos, ésos sí, populistas; y pasemos a advertir la flagrante contradicción e incoherencia en que incurre el Cabildo a través de dicha Consejería amparando, por un lado, conciertos de contenido no ya eventual sino continuada y profundamente sexista y, por otro, la creación de un marco estratégico de supuestas políticas igualitarias denominado Tenerife Violeta, “con el objetivo de paliar y reducir el abismo de desigualdad que la situación económica actual ha profundizado entre géneros”[2] y bajo la consigna, entre otras, del logotipo “Machis No”.


Hasta tal punto llegan la descoordinación y la arbitrariedad cuasi esquizofrénicas entre áreas de la misma Consejería que Educación, Juventud e Igualdad corresponden a un compartimento y el resto de áreas, a otro. Así se podrá dar pie, desde el compartimento en que se halla Cultura, a justificar la organización de conciertos de pachanga porque –alegarán es una expresión del sentir popular predominante en la isla y tal, mientras a través del compartimento de Igualdad se logra congraciarse con los colectivos pro-igualitarios (y para colmo no con todos, sino con los más cercanos a las angarillas de la oficialidad imperante, actualmente unos setenta). Lo que en lenguaje popular y román paladino se viene llamando postureo y ser unx(s) bienqueda.

Algo tiene que cambiar muy mucho en la forma de hacer política para que las atenciones que la sociedad realmente demanda sean atendidas como merece y se deseche de una vez lo superfluo del pan y circo –o peor aún, del circo sin pan– y lo de que al final todo cambie para seguir con más de lo mismo y de la misma mediocridad. Quienes tenemos paladar estamos hartos de siempre los mismos refritos, la misma comida rápida, la misma salsa llena de aditivos que nos tiene el estómago hecho polvo. Tenemos hambre, mucha hambre. Queremos un menú nuevo, original y con fundamento. Y no nos valen sucedáneos.





[1] “Romeo, ese neorromántico”, en Nuevomar, 29 de marzo de 2015 (http://nuevo-mar.blogspot.com.es/2015/03/romeo-ese-neorromantico.html).

[2] “La Consejería de Igualdad del Cabildo de Tenerife pone en marcha la iniciativa Tenerife Violeta”, en Fundación General Universidad La Laguna (http://www.fg.ull.es/es/noticia/la_consejeria_de_igualdad_del_cabildo_de_tenerife_pone_en_marcha_la_iniciativa_tenerife_violeta/872/).

sábado, 25 de abril de 2015

WORDS, WORDS, WORDS

No pocas personas se han hecho lenguas del magnífico discurso  pronunciado por Juan  Goytisolo en el acto en que se le hizo entrega del Cervantes 2014, tan alternativo, tan à la page, tan de jugador de baloncesto que realiza un mate in the face, ante la oposición del pívot más alto del equipo rival. Sin embargo, y a la luz de una lectura más sosegada, un discurso tan aparentemente rompedor posee no pocas y profundas grietas.

El escritor barcelonés confiesa su  pecado de juventud literario: “A comienzos de mi larga trayectoria, primero de literato, luego de aprendiz de escribidor, incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito -atraer la luz de los focos, ‘ser noticia’”. El/la escritor/a primerizo/a que no haya (hayamos) tenido esa veleidad, que levante la mano. No obstante, aun con una setentena de libros en su haber y con una calidad literaria incuestionable, nada ha impedido que esa vanagloria haya perdurado de forma sorda pero permanente, y que eso se haya visto reflejado justamente, con el paso de los años, en la aceptación del premio y lucimiento de ese estilo tan de realismo de posguerra en su elocución, aunque no por ello menos estudiado y sopesado. Todo ello resulta aún tanto más chocante por cuanto Goytisolo afirmó categóricamente en entrevista concedida al ABC en 2001 que rechazaría el Cervantes si le fuese concedido[1].


Si Goytisolo se sentía dudar de sí mismo ante el reconocimiento de la “institución literaria”, ¿qué le impedía renunciar al premio, que él sentía como “un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración”? Ya otras personas destacadas del mundo del arte y la literatura como Javier Marías[2], Jordi Savall[3] o Isabel Steva Hernández “Colita”[4] experimentaron esa misma duda y renunciaron en conciencia a sendos premios institucionales ¿De qué sirve proclamarse de nacionalidad cervantina inventando, de paso, el bonito neologismo “cervantear”? ¿De qué reivindicar el que las instituciones no le saquen jugo a los “pobres huesos de Cervantes”, esas mismas instituciones que le han concedido el premio? ¿De qué lado se coloca Goytisolo aceptando el premio: del de la “exquisita mierda de la gloria” o del de “deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables”? Rechina ver a alguien que habla “de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos” aceptar tal premio. Rematar el discurso de premiado con una intervención más propia de un mitin de Podemos, con el dorado metal del premio colgado al cuello, ante la monarquía y en la universidad de Alcalá de Henares acaba por producir auténtica dentera cuando no un serio trastorno gástrico.


Con todo esto, la cita a Dámaso Alonso como rescatador de Góngora (“¡Quién pudiera estar aún en la oposición!”) palidece hueramente cual cartel electoral pegado en una pared y ajado por el sol y la lluvia ante aquélla otra de Quevedo: “Poderoso caballero es don Dinero”. Ciento veinticinco mil euros, una medalla y acceder de hecho al halago del premio separan a Goytisolo de su coherencia y “modestia” de “hombre libre” y de ser una figura con autoridad intelectual a ser sólo un gran escribidor arrimado a las instituciones. Las mismas que con cinismo necrófago mancillan la memoria de artistas muertxs que ejercitaron sin vacilaciones y a la llana (ellxs sí) la libertad de expresión. Las mismas instituciones que amordazan a la población para que no les suelte a la cara verdades incómodas sin edulcorar. Las mismas que, simultáneamente al acto de entrega del Cervantes, reducían sin contemplaciones a una activista de Femen como si de un peligroso terrorista se tratara.

Protestar no es ilegal. Democracia sin mordaza. Desgobierno culpable, violador de libertades. Esas palabras sí merecen un respeto: están respaldadas por las obras.




[1] “No aceptaré nunca el Cervantes”, entrevista realizada a Juan Goytisolo, ABC, 10 de febrero de 2001 (http://www.abc.es/hemeroteca/historico-10-02-2001/abc/Cultura/no-aceptare-nunca-el-cervantes_11820.html).
[2] “Javier Marías rechaza el Nacional de Narrativa por ‘Los enamoramientos’”, El País, 25 de octubre de 2012 (http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/21/actualidad/1334998646_622912.html).
[3] “Jordi Savall rechaza el Premio Nacional de Música”, El País, 30 de octubre de 2014 (http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/10/30/catalunya/1414677772_490268.html).
[4] “Colita renuncia al premio Nacional de Fotografía por la política del Gobierno”, El País, 7 de noviembre de 2014 (http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/07/actualidad/1415355782_121507.html).


domingo, 19 de abril de 2015

LOS LEONES COMEPERSONAS


La gente con un punto de sensibilidad y de visión más allá de lo que muestra la inmediatez de los medios no pudo ni puede por menos que ver removidos sus adentros ante la forma en que Alberto, joven concursante de Master Chef 3, fue expulsado del concurso el pasado 14 de abril. Independientemente de que se pueda considerar al “león comegamba” como una chiquillada culinaria, el trasfondo de los modos, maneras y contexto de cada integrante de esa escena de la expulsión, sobre todo el de los miembros del jurado, dista mucho de ser una chiquillada. El análisis de dicha escena nos hace demudar el gesto de tristeza en uno de ira reconcentrada.


Lo más evidentemente repulsivo fue la manera tan “viril” en que Pepe Rodríguez y Jordi Cruz, tan reputados cocineros ellos, denostaron el plato, desde la forma en que vertieron el batido de tomate y fresa sobre el plato hasta los términos descalificativos del mismo (insulto, marranada, mofa, plato bobainas, burla), pasando por el áspero tono empleado como de amoladora. Por otra parte, la tercera miembra del jurado, Samantha Vallejo-Nágera (de la familia Vallejo-Nágera de toda la vida) no resolló en ningún momento ni para decir esta boca es mía –seguramente por exigencias del guión-, y la presentadora del programa, Eva González, desempeñó el papel de paño de lágrimas de Alberto tras una incursión de Samantha y Jordi para cubrir las apariencias de levantarle el ánimo al joven estudiante de medicina que unos segundos antes había prorrumpido en llanto.
Lo realmente perverso de todo esto es la reproducción de un esquema de roles tradicional con el total auspicio y premeditación de los altos cargos del ente RTVE colocados a dedo por el maldito desgobierno del PP. Hombres soberbios; altaneros de alto nivel poseedores de criterio y del poder, cual paterfamilias del fogón en el siglo XXI, para herir y defenestrar a lxs aspirantes a parecérseles en algo, y mostrando sólo un asomo de algo muy lejano al sentimiento cuando el daño ya está hecho y más por paternalismo y por dar una imagen “digna” que por verdadera empatía. Mujeres sumisas, prudentes consuelos del afligido, que se abstienen de plantar cara al varón fustigador y que sólo intervienen para minimizar pérdidas, pasivamente y a remolque del veredicto dictado por los machos del cotarro. Y digo machos porque, por demás, no ha pasado desapercibida para muchxs la pluma y la sensibilidad mostradas por Alberto, cosa que hace aún más sangrante el comportamiento a todas luces deleznable de los “expertos”.



Lo realmente perverso y capcioso de todo esto es que se quiera seguir haciendo pasar esto como “televisión de entretenimiento” (término acuñado en su día por el ínclito Valerio Lazarov, adalid del telecirco y la telebasura), para que el público baje las defensas y se filtre más fácilmente y con menor resistencia la ideología –por no decir propaganda- que lleva implícito ese tipo de programación. Lo pavoroso es que los medios abjuren de su responsabilidad como agentes de participación en la dinámica social para convertirse en brazo alienador al servicio de la mentalidad e intereses socio-político-económicos imperantes. Lo terrorífico es que, en un país donde muere asesinada una mujer cada cinco o seis días  por violencia de género y la sexta parte de las mujeres son o han sido maltratadas al menos una vez en su vida, aún se quiera perpetuar el sexismo, el machismo, el androcentrismo, la LGBTI-fobia e incluso una actitud de miserable conmiseración hacia la diversidad funcional so capa de indulgente paternalismo. Lo sublevante es que, en un país con el 25% de su infancia padeciendo malnutrición, se emita en prime time un simulacro de concurso sobre cocina de restaurantes de esos con menús de 50 euros para arriba y mariscadas de 100 en adelante, donde se despachan a cuerpo de rey esos prebostes comepersonas de la élite haciendo obscena ostentación de estatus. Ese estatus ganado a fuerza de expolio en nuestras propias narices y consumado en expolio de nuestro tiempo devorado por la pequeña pantalla. El enésimo expolio cometido sin contemplaciones sobre lxs de siempre por las fauces del patriarcado. Eso sí que es una marranada.

domingo, 29 de marzo de 2015

ROMEO, ESE NEORROMÁNTICO

El 3 de abril de 2015 se digna a aterrizar, cual alteza para bendecir a sus (sobre todo) súbditas en un estadio del sur de Tenerife destinado a tanta majestad, uno de esos fast idols que hoy en día tanto abundan, el vanidosamente autodenominado king de la bachata, Anthony Santos, nacido en el Bronx hijo de padre dominicano y madre puertorriqueña que andaban, como tantos millones de latinxs, en pos del sueño –o espejismo- americano pero eso sí, arraigados en el tradicionalismo de sus países de origen, con ese orgullo identitario chulesco de gueto reconvertido en barrio suburbial maquillado de grafitis, breakdancers y gente chopa adicta a la ropa deportiva o ajustada de colores netos y chillones con brillos satinados, a los anillos dorados y al bling-bling. No poca descendencia de esa población latina quiere ser tan americana que, en su pueril presunción, cambia el dios cristiano por el dios-éxito (consistente fundamentalmente en sexo y dinero) para que nada de lo fundamental cambie pensando –oh ilusión- que son (sobre todo ellos) unos transgresores de la hostia, los putos amos, los jodidos reyes del cotarro dispuestos a hacer dinero y fama rápidos y asegurados, viéndose abocados sobre todo al deporte o al mundo del espectáculo para conseguirlo.


El autodenominado Romeo es uno de los paradigmas acabados de dicha mentalidad. Ese romántico de nuevo cuño y cerebro medieval que no vacila en desafiar a sus rivales para obtener los favores sexuales de las damas que él –y sólo él- se ha propuesto conquistar porque, según él, es capaz de conquistar cualquier mujer; y tanto mayor es la hazaña y el deshonor de los rivales si se ríe en su cara y si las damas objeto de su abordaje son sus esposas -¡oh, cuánta nobleza!-. Ese desesperado latin lover que se “enamora” de ti en un par de días nada más haberte visto una vez por webcam en Internet y hablar contigo un par de veces por teléfono y que, todo desesperado por que seas suya, chica -¡qué privilegio!-, te introducirá en tan sólo una semana en una relación con boda exprés, sin darte tiempo a pensar y marcándote el programa de lo que haréis cada día para regalarte el cielo -¡qué divino de la muerte!-; y todo ello, quizá, tras haber reventado alguna boda ajena, para acabar viviendo como la clásica familia feliz con cuatro niños, un perrito y dos carros. Ese pobrecito controlador celotípico y esquizoide sin ninguna textura moral, que te pide todo mimoso que te lo lleves con él de viaje para hacerte un marcaje en corto, inspiración de maltratadores que se dicen víctimas y maltratados cuando alguna mujer les da largas y que, como último recurso, abundan en su miseria humana de pobres hombres ricos llorando lágrimas de cocodrilo y diciendo que ya han cambiado, y acuden a los chantajes emocionales, cargos de conciencia y esos ya tan manidos “no soy nada, sin ti yo me muero, si no vivo contigo verás pasar mi ataúd, reza por mí”; pero que en el fondo están carcomidos de envidia y resentimiento por sentirse ultrajados cuando esa mujer a la que consideran suya rehace su vida con otra persona o tiene visos de hacerlo, pasando del desprecio a la difamación y de ahí a las peores amenazas y deseos de venganza. Ése que prefiere mantener la sordera de la ilusión y que le digan que lo quieren antes de enfrentarse a la cruda realidad de su ineptitud y desubicación emocionales y que, indefectiblemente, se autoflagelará pero eso sí, quedará claro que tú eres la responsable de ello. Ése que lo fía todo a los amores de película y diviniza a la mujer que accede a sus pretensiones sexuales, porque eso de hacer el amor (él llama así a lo de follar) es estar en la gloria, y si tiene el privilegio de follar con él eso es la gloria absoluta y la convierte así, automáticamente, en su diosa y su santa por la que pasa penares y ayunos cual Jesucristo del siglo XXI -¡oh, cuánta devoción!-.  Ese capitán que tiene tu vida en sus manos (él siempre al mando) y que será el único capaz de hacerte sentir viva -¡cuánta presunción!- llevándote a su viaje sin retorno (Chica, este es para ti el último viaje); escalofríos entran sólo de leerlo u oírlo. Ese adalid del aquí-te-pillo-aquí-te-mato que te invitará de tanto en cuanto a tomarte una copa para bajarte las defensas y para follar enfermizamente y por sorpresa como animales (o como neandertales, sin religión de por medio sólo a ratos aunque su religión eres tú, que quede claro), porque se lo pide el cuerpo y Troya tiene que seguir ardiendo porque sí, porque a él le ha dado el avenate (eso sí, con perfume del caro, para que se note el estatus), y con el que acabarás teniendo sexo de fin de semana para que use tu cuerpo como si fueses una muñeca hinchable (eso sí, con protección, limpieza ante todo).  Ese muñequito incapaz de gestionar sabiamente sus emociones, que no encuentra una alternativa entre follar y el amor de cuento y eso lo atormenta y le hace darse cuenta -¡a buenas horas!- del negocio que hay montado en torno a san Valentín y tal, cuando él es parte vital de ese negocio con sus discos en la sección de música de El Corte Inglés. Ese macho alfa que disputa con otros machos alfa por el objeto de sus calenturas con mucho alcohol de por medio (como hacen los machos, faltaría más). Ese culo-veo-culo-quiero que llama tontos a quienes saben amar y a los que realmente envidia, seguramente porque él es un listo poco o nada inteligente. Ese medio limón lejos de ser alguien completo que necesita ejercer su donjuanismo cual yonqui asaltante en busca de calmar su mono, que lamenta por no saber prevenir (Me siento incompleto si no te conquisto […] soy un desubicado […] sin ti me he convertido en un bufón, el payaso del salón) y que se postula inocente ante el juez de la conciencia, pobrecillo (porque ni hablar de que la conciencia pueda tener una jueza, ¿verdad?). Ése de quien ella está ciega y sordamente enamorada  y de quien se hace un retrato ideal (o, tratándose de payasos, una caricatura), aunque él sea gordo, egoísta, violento o incluso delincuente (terco y antisocial) y más feo que picio (porque el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso, claro). Ése que, cuando se ve obligado a ceder ante la iniciativa de una mujer que le hace perder el juicio, ya la está considerando una diabla y una hechicera mala (vamos, una bruja) porque la mujer sólo es buena si obedece a su amo y señor, que es un buenazo y un inocente, por supuesto. Ese macho 100% hetero (no soy gay) que, con paternalismo homófobo, se hace el tolerante y dice comprender a un “afeminado” al que su padre no acepta, diciendo que ese chico está lleno de complejo repugnando su cuerpo, queriendo ser hembra pero es todo lo opuesto, demostrando así una profunda ignorancia sobre reasignación de sexo y diversidad en orientaciones sexuales al confundir gay y transexual (por cierto, Romeo, chato, que las lesbianas, lxs bisexuales y lxs transgénero también existen).

En resumidas cuentas, con Romeo Santos nos hallamos ante un tétrico ejemplo –uno más- de macho que pretende ser el rey de la manada, que en las letras de sus temas se manifiesta en todos los palos del varón patriarcal: machista, sexista, androcéntrico, LGBTI-fobo, paternalista y misógino. Un mequetrefe enfermizo que contempla la vida amorosa como una competición contra los demás hombres y que, en última instancia, usa a la mujer para satisfacer sus necesidades fisiológicas. Un autoproclamado poeta encantado de conocerse a sí mismo que junta las tres primeras palabras que le vienen a la cabeza con tal de que todo acabe rimando. Uno de esos hit men tan hueros, horteras y pobres de alimento como ricos en aditamentos y carnaza y de que tan hambriento anda ese sector de público que tal vez pagará los 40 euros o más que no tiene para llenar el estadio de Adeje y al que en la vida le importan pocas cosas más que comer, tener un curro para tener dinero que gastar, tener un buga (cuanto más molón, mejor) perder el sentido en disco-pubs, beber y follar (cuanto más, mejor). Y todo eso porque hay que hacerlo, porque todo eso es sinónimo de éxito y de una vida feliz; no saben ni por qué ni por qué no pero siguen el dictado de unas leyes de vida a las que se someten borreguilmente, sin cuestionarse ni oponer la menor objeción, como si esas leyes (las del patriarcado y el neoliberalismo) hubiesen existido desde los orígenes del universo. Un público frívolo y superficial, sin nada sustancioso en que pensar, profundamente palurdo y susceptible a todo tipo de manipulación, al que no cuesta imaginarse adicto a la telebasura y a alguna que otra droga, y que de hecho llega al punto de anteponer eso al más elemental sentido común y empatía de, por ejemplo, entristecerse y lamentar la pérdida de vidas humanas en un accidente de aviación.

domingo, 15 de marzo de 2015

DÉCIMO CUMPLEAÑOS NO TAN FELIZ

            En una somera impresión, y tras casi 10 años de vigencia de la LOIVG, podemos decir que su cumplimiento, aun con tímidos avances en aspectos muy accesorios, se ha visto frenado sobre todo a raíz del retroceso que ha supuesto el retorno del PP al gobierno desde 2011. Los recortes en política social durante la presente legislatura han sido brutales (en lucha contra violencia de género se recortó un 27% en 2012) y bien podrían calificarse de “hachazo”[1].
El hecho de que justamente en los años de gobierno del PP haya descendido el número de muertes por violencia de género y el aumento del número de dispositivos telemáticos de control de maltratadores (con todo más que insuficiente) no se debe tanto a la labor favorable del mismo como al hecho de que el espíritu y las medidas consecuencia de la LOIVG han empezado a calar entre la población durante estos 10 años desde su entrada en vigor, aunque bien es cierto que aún bastante lejos del grado en que ello sería deseable. Y en lo que respecta al radical descenso de denuncias por violencia de género (de 134.002 en 2011 a 95.311 en 2014) no es debido tanto a la eficacia de las políticas sino al hecho de que las mujeres  experimentan de nuevo una sensación de indefensión y se encuentran remisas a denunciar por la vuelta a un estado de cosas que recuerda a algunos de los aspectos más sombríos de la dictadura franquista, vuelta forzada y auspiciada por el gobierno y secundada principalmente por los medios afines al mismo.


Hemos asistido a ese inicio de involución educativa impuesta a contracorriente desde el poder por medio de la LOMCE –especialmente en lo concerniente a religión-, a unos patrones educativos patriarcalmente arcaicos, que refuerzan la división hombre-vida pública y profesional/mujer-vida privada y doméstica. Estamos contemplando la progresiva hipersexualización de la infancia que llega hasta el pavoroso extremo de centros de estética, spa, minidiscotecas y lencería para niñas pequeñas, deformándolas para que acaben cumpliendo el patrón de Barbies o mujeres-florero y abocándolas progresivamente al sexo, a una vida emocional desestructurada y a todo tipo de violencia patriarcal con escasos o nulos recursos de autodefensa[2]. Vemos el resurgir, bajo nuevas y sutiles apariencias, de los estereotipos y modelos de relación patriarcales como el del amor romántico, ofrecidos por la mayor parte de la publicidad y los falsimedia, cómplices del vaciado de contenido tanto en lo que se refiere a las relaciones personales como a otros ámbitos, sobre todo a través de la telebasura. Estamos padeciendo el alarmante aumento en cantidad y gravedad, en el ámbito público, de comportamientos abiertamente machistas cuando no misóginos (como, p. ej., el caso de los hinchas radicales del Betis que apoyan con sus cánticos al jugador Rubén Castro, encausado por infligir maltrato físico y psicológico a su expareja y a su vez respaldado implícitamente por La Razón con un escalofriante cinismo en el tratamiento dado a la crónica de un partido en que el susodicho jugador se mostró especialmente efectivo[3]; o los casos de políticos con alusiones netamente machistas y despectivas hacia las mujeres; o el del descerebrado “bromista” agresor callejero de mujeres, viral en Internet). Y hemos asistido también al franco retroceso de un poder judicial a merced del partido en el gobierno y a una no por más velada menos flagrante conculcación de la separación de poderes como mecanismo para soslayar la corrupción, lo cual, en materia de violencia de género, ha supuesto la excesiva permisividad judicial traducida tanto en sentencias exculpatorias a maltratadores como en la concesión de custodias compartidas a maltratadores probada y manifiestamente peligrosos que, finalmente, ha sido la causa de la muerte anunciada de sus víctimas, tanto de mujeres como de sus hijxs, en una casi total vulneración de la mayor parte de artículos del Código Penal a que hace alusión el título IV de la LOIVG.


En resumen, serias contravenciones que, en la práctica, suponen una inutilización a efectos prácticos, cuando menos parcial, de la LOIVG en todos sus aspectos, desde la prevención y educación hasta la atención y protección a las víctimas, pasando por el tratamiento judicial de la violencia de género. Una seria negligencia (con una más o menos visible o soterrada carga de cinismo) que considera las quejas y demandas de las mujeres como poco menos que caprichos y a lxs menores como seres inmaduros “que no saben lo que quieren”. Una seria negligencia que mereció la reprobación y condena de la ONU al respecto a finales del verano del 2014, la cual instó al gobierno español a subsanar sus “deficiencias y errores”[4] con la “diligencia debida”. Un gobierno que, con esa negligencia, queda desenmascarado él también como maltratador por infligir a las víctimas (también a las mortales) el daño del olvido, la desatención y el menoscabo, cuando no el del mero menosprecio.




[1] Elena Valenciano, “Recortar en la lucha contra la violencia de género es recortar en vidas”, en Mujeres en Red, noviembre de 2012 (http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2059).
[3] “Es un presunto maltratador, pero mete goles”, en eldiario.es, 10 de marzo de 2015 (http://www.eldiario.es/micromachismos/presunto-maltratador-mete-goles_6_365073524.html).
[4] María Concepción Torres Díaz, “¿Es España diligente en la lucha contra la violencia de género?”, en eldiario.es, 3 de septiembre de 2014 (http://www.eldiario.es/agendapublica/impacto_social/Espana-diligente-lucha-violencia-genero_0_299220575.html ).

sábado, 31 de enero de 2015

DARLA CON QUESO

En un momento histórico en el que los movimientos ciudadanos, tanto en España como en Grecia, han venido cobrando autoridad ante el vacío ocasionado por el inicuo cinismo e insensibilidad de los partidos políticos tradicionales (PP sobre todo), la cristalización de dichos movimientos a su vez en partidos políticos (y, sobre todo, la forma en que ello se produce) deja en el fondo no poco desencanto y una sensación agridulce de que no se han tocado algunos puntos clave. Y uno, básico y fundamental, el de la participación de las mujeres en los cargos y puestos de decisión: sólo el 16% en Podemos y ni una sola ministra en el nuevo gobierno de Syriza con el apoyo de los ultranacionalistas de Anel. A esto hay que añadir, por citar ejemplos, ciertos detalles bastante elocuentes de lenguaje corporal en Pablo Iglesias -de los cuales se ha comentado incluso que lo situaban como un macho alfa-[1], o el tratamiento bastante ralo y parcial del feminismo por parte de Podemos puesto de manifiesto por María Ferraz Dobarro[2]. Estos síntomas son más que sospechosos, viniendo de partidos políticos que han incorporado el empuje de la ciudadanía a su discurso y que profesan a voz en grito el objetivo de luchar contra todo tipo de injusticia “por la defensa de los valores de la justicia social, la igualdad y la libertad contra el patriarcado". Por ello, el feminismo y demás movimientos transgresores del patriarcado -como el colectivo LGBTI o las nuevas masculinidades- se sienten traicionados ya desde un principio por esos partidos. Y con toda razón. Por otra parte, deja que desear la canalización del proceso de selección de cargos dentro de Podemos por parte de Pablo Iglesias, preservando el privilegio de su iniciativa (Claro que Podemos) frente a todas las demás y dejando de lado el apoyo directo de movimientos tan emblemáticos como Izquierda Anticapitalista que podrían haberle hecho sombra para su propósito. Detalles y procedimientos que, so capa de camaradería democrática, recuerdan demasiado a las luchas intestinas en los tan denostados partidos de la “casta”.
La Ley Orgánica de Igualdad Efectiva Entre Mujeres y Hombres del 2007 supuso, cuando menos desde el punto de vista legislativo, un gran paso adelante por la conciencia de que había que lograr un equilibrio entre géneros de forma real; aunque no es menos cierto que eso sólo fue posible gracias a la labor de presión y concienciación social, cultural y política de los colectivos anti-patriarcado, con el feminismo a la cabeza, y de algunxs politicxs comprometidxs con esa causa. Sin embargo, quienes recuerdan el proceso de aprobación de dicha Ley en el Parlamento de España probablemente también recuerden los obstáculos puestos a la misma por parte del PP[3] -en la oposición por aquel entonces- en forma de recursos basados en la naturaleza ya vetusta y patriarcal de la Constitución francesa de 1793, a saber: a) la categoría de ciudadano es una e indivisible (tras la ficción formalista del ciudadano ideal se oculta la identidad del hombre burgués, lo que de forma implícita consagra la desigualdad entre hombres y mujeres); b) la falaz consideración de las mujeres “y otros grupos sociales” como “segmentos” de la población, cuando en realidad las mujeres constituyen más de la mitad de la ciudadanía (por ende, el considerarlas como un “segmento” a ellas y a esos “otros grupos sociales” es una sutil argucia a fin de desestimarlas como aptas para representar a los intereses generales); c) la Ley invade el espacio de libre expresión del pluralismo político de los partidos (pluralismo sólo formal dado el control ejercido dentro de los partidos por oligarquías de hombres).

Hablando de la Constitución francesa de 1793 y de la Revolución francesa de 1789 que la originó, se da un significativo paralelismo de éstas con lo sucedido en el 15-M y Podemos. Ambos fenómenos surgen de una movilización de las partes de la sociedad más directamente afectadas por el despotismo falto de empatía de los gobiernos de esos momentos –entre las cuales había mayoritariamente, y en primera fila, mujeres-. Del mismo modo, ambos fenómenos quedan canalizados, sistematizados y establecidos políticamente por una burguesía de hombres ilustrados o universitarios (“los mejor preparados”) que recogen el malestar de la gente y se colocan al frente de la situación.
Esa canalización implica diplomacia en pos de un liderazgo, en detrimento de reivindicaciones cuya realización sí significaría una verdadera subversión del sistema como el fin del patriarcado y el establecimiento de una organización sociopolítica igualitaria de raíz. No sabemos si tales formas de proceder responden a una estrategia necesaria para lidiar con el neoliberalismo; lo cierto es que, entre cada vez más gente que está por un verdadero cambio, esa estrategia huele a chamusquina y deja demasiado lugar al equívoco. La gente pide (pedimos) una genuina revolución, la mayor jamás producida, que (ésa sí) acabaría con la mayor injusticia hasta nuestros días: la producida mayoritariamente contra las mujeres, ese 50% de la población mundial. Toda revolución que pretenda serlo y acabar con toda injusticia debe tener ése como postulado número uno, porque esa iniquidad y desigualdad entre géneros es la misma que ha cimentado históricamente el resto de desigualdades existentes que tienen como origen el patriarcado machista, sexista, misógino y androcéntrico cuyo mayor exponente en el siglo XXI es el neoliberalismo globalizador, ése al que tan ferozmente se oponen Podemos y Syriza.
Quizá el futuro está cada vez más en que cada persona cumpla una verdadera función política y social y asuma su propia responsabilidad en vez de delegarla por pereza y comodidad a un esquema político caduco, imperativo y aún patriarcal a día de hoy, que obliga a plegarse a todxs quienes entran en él y a emplear su lenguaje y modus operandi. Sólo así estaríamos segurxs de que no nos la dan con queso.


[1] Pablo Iglesias: 'No soy imprescindible, soy un militante, no un macho alfa', en El Mundo, 20/10/2014 (http://www.elmundo.es/espana/2014/10/19/5443b672268e3eb22a8b4571.html).
[2] María Ferraz Dobarro, “El “feminismo” invisible de quienes se dicen de izquierdas (o de quienes no están ni a la derecha ni a la izquierda)”, artículo publicado en su blog personal (http://www.mariaferraz.net/?p=514) en el que critica la tertulia “El feminismo invisible” dentro del programa En Clave Tuerka, emitido por La Tuerka el 15/01/2015: https://www.youtube.com/watch?v=jM55uWGVR1s).
[3] Salazar, Octavio, Masculinidades y ciudadanía, Madrid, Dykinson, 2013.